Platicando acerca de las dichosas expectativas, me vienen a la mente muchas cuestiones.
¿En que momento de nuestras vidas comenzamos a esperar cosas del otro, sin nisiquiera comunicar lo que queremos? ¿Por que ahora decir lo que pensamos se vuelve complicado, no por el hecho de decirlo, si no por como eso impactará al que esta enfrente de mi?
Esto me recuerda a la época en la que éramos niños, donde la mayor parte de las veces nos expresábamos sin temor a lo que el otro dijera, pensara o hiciera, es cierto que la empatía se va desarrollando a lo largo de nuestra vida y por supuesto es necesaria para lograr una comunicación efectiva.
La delgada línea
Sin embargo, existe una delgada línea que se cruza al intentar ser empático y comenzar a callar lo que pienso o siento por no querer herir sensibilidades ajenas.
Debemos tener muy claros estos conceptos, para no caer en el lado equivocado.
Comenzar a guardar o reprimir es como una bola de nieve que va creciendo hasta que un día, nos sobrepasa y tenemos que hablar a como de lugar, y en este momento seguramente lo haremos sin filtros, incluso con reclamos y exigencias de lo que pensamos que queremos y justo según nosotros.

Pedir o reclamar
Existe esta famosa frase “en el pedir esta el dar” la cual hoy cobra mucho más sentido para mi, al observar y haber estado en ambos lados del juego por un lado pidiendo de manera calmada y sutil y por el otro exigiendo lo que según yo merezco.
Seamos honestos
La mayor parte de nosotros nos hemos creado esta narrativa interna en donde supuestamente y de acuerdo a mis creencias maestras, todo tiene una balanza y probablemente en esa balanza yo siempre este dando de más y la otra persona no.
Esto crea un sentido de injusticia, que se va guardando y alimentando hasta el punto en el que debe salir y en vez de ser asertivos somos todo lo contrario.
Expectativas saludables
Crear constantemente expectativas de las personas eventos o situaciones, también tiene un lado positivo, ya que a nivel practico y saludable, los seres humanos funcionamos en relación a la percepción de interés y reciprocidad por parte del otro.
Para poder dar lo mejor de mi y confiar en el otro, debo percibir que el otro también esta dispuesto a dar eso por mi, eso sería en el mejor de los escenarios donde ambos estamos dispuestos.
La realidad es diferente simplemente por que somos humanos imperfectos, y pocas veces sabemos como establecer limites correctos para nuestra vida, por lo general nos vamos más de un lado de la balanza, por una parte podemos ser demasiado restrictivos con nuestro dar y por el otro podemos perder limites al hacerlo.
Se dice que deberíamos dar sin esperar nada a cambio, y la verdad creo en esta frase, pero se que aún no estamos del todo listos para esta conversación, sin embargo estoy en el proceso de aprender más acerca de las expectativas y liberarme de las trampas de mi mente.
Seria hermoso poder dar y de corazón no esperar a que el otro responda actué como yo espero. En pocas ocasiones lo he sentido y cuando ha ocurrido se siente mucha calma en el corazón.
Conclusión
Las expectativas son necesarias hasta cierto punto de nuestra vida, y pueden ser funcionales si sabemos colocar limites y tener una comunicación asertiva.
Caer en el juego de la mente, donde constantemente me genero historias sobre como alguien mas debería tratarme o hacer por mi, nos generará sufrimiento por el hecho de que alguien externo a mi ni tiene la responsabilidad de acertar en cada ocasión acerca de lo que quiero, simplemente por que no somos adivinos y no estarán de acuerdo con nuestro pensar todo el tiempo y no tienen por que estarlo.

Siempre que coloquemos nuestra tranquilidad y bienestar en algo externo ya sea a través de una persona u evento o una situación estamos 90% destinados al fracaso, siempre a la deriva esperando a que el otro atine a mi sentir.
Hablar de manera clara asertiva y honesta puede ser complicado por que nos enfrenta a nuestras inseguridades, principalmente a la de ser rechazado por los demás y no pertenecer más lo que nos conlleva a una sensación de soledad.
Sin embargo, el precio que se paga por vivir de constantemente de expectativas es muy alto, desgastante y cansado.
Así que hoy te propongo que comiences a comunicarte, a permitirte escuchar y ser escuchado, a decir esas palabras como “tenemos que hablar” y sentarnos como verdaderos adultos a dialogar sobre la mesa, aunque esto pueda ser muy incomodo.
El fruto de la comunicación asertiva es la libertad, y no hay nada que pueda dártelo más que enfrentarte a esa sombra que evitamos todo el tiempo.
Escúchame aquí y comentame tus dudas
Si quieres agenda tu primer acompañamiento gratuito, revisa esta página y contáctame.